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Molly' s Bloom blog

bien quién fue la primera persona en el universo

La cisterna del baño ahora tiene vocación de corno inglés.
Y mis bragas no son de color crema. Eso me ha parecido por la luz de las bombillas pero luego al mirarlas en la cocina cuando el vendaval arrecia y arrastra en remolinos las hojas caídas de los platanos de sombra me di cuenta. ¿Tú sabías que alguien le compuso una especie de homenaje a tal árbol?. A mí me encanta escuchar a Olga Borodina en 'Ombra mai fu' del 'Serse' cómico de Händel (opera ''no seria'' porque Xerxes al parecer es un rey bastante estúpido).

Las bragas que llevo puestas son de color limón desvaído y no he recibido más mensajes. Aunque creo que en algún momento habrá una llamada que contestaré con mi voz de siempre, que desde luego no es una voz de mezzosoprano. Diré: ¿sí?, y no sé lo que sucederá luego. No me creo que esa persona que tanto pánico le tiene a las burlas de los otros no tenga siquiera una pequeña curiosidad 'oculta' por saber quién soy. Además ahora me interesa el doble conocer su grupo sanguíneo.

Y luego converso con Peiper ( Peiper por un tal 'obersgrupenfhurer Joachim Peiper' que fue general o comandante durante la segunda guerra mundial) o con Deivid, que es más como le gusta que le llamen. Y como hemos estado hablando de nombres y estrellas le pregunto qué nombre me pondría a mí si tuviera que renombrame en esta tarde y me dice que Vega, porque es una estrella cercana a la tierra y a él le da la impresión que sus aficciones y las mías están muy próximas. Pero Vega es una estrella blanca, y muy brillante, y es dos veces y medio mayor que el sol y arde con cincuenta veces la energía de éste. Y tal vez por eso yo preferiría llamarme Betelgeuse porque me atrae más el rojo que el blanco y Orión suena más masculino que la constelación de la Lira y además Betelgeuse es la 12ª estrella más grande del cielo y yo nací en el mes doce y sorprendentemente la nebulosa de Orión es la imagen más bella que dice haber visto Peiper. Y cuando le pregunto que es lo que más le gusta de las estrellas, me dice que le da mucha curiosidad ese momento en que una estrella implosiona formando un agujero negro, que le gustaría mucho saber lo que ocurre allí y yo le digo que antes implosionaba así y que tal vez podría contarle algo sobre eso, pero se lo he dicho de una manera irreflexiva, casi automática, sin meditarlo y cuando me pide que se lo cuente tengo que responderle que no sé, que el dijo aquello y me recordó que yo lo hacía y que a mí lo que me interesa es la existencia de los agujeros negros, que lo llame casualidad si quiere y le digo que busco aprender acerca de ello y entonces él me pregunta que si he leído 'El universo en una cáscara de nuez' de Hawking y no, no lo he leído pero le aseguro que si es interesante (y asequible para mi mente) me lo compraré

Y en la pantalla, cuando se desvanece el lobo que aulla a la luna redonda de oropeles e invierno, aparece una foto suya en la que me recuerda a Alfredo, y Alfredo fue el primer hombre que me habló de las estrellas sobre la arena diurna de una playa, en el estío de un pleno sol, y el primero con el que sentí que uno cuando habla con otro puede sentirse como si hubiera bebido vino aunque no lo haya bebido... mareado y alegre, y calor. Y me dice que le gusta la mía, que esa mujer de espaldas y carnes desnudas y sus collares que se sienta a horcajadas sobre la silla de terciopelo, o sea yo, le resulta erótica pero también que no distingue si lo que lleva son medias o botas. Y yo le digo que medias, que son medias negras que es en realidad lo que él encuentra erótico y entonces le cuento que me hice la foto para dibujarme pero no porque sea modelo, como él me pregunta, ni nada parecido sino porque yo quería un dibujo y la persona que debía hacerlo no supo hacerlo como yo quería, y que entonces lo hice yo y que no me gusta dibujar pero lo que si me gustó fue pintarlo con sombras nacaradas de ojos: amarillas, malvas, fucsias, verdes, ocres, marrones e inventarle tormentas, y vasijas con espíritus malignos alados y columnas griegas con capiteles que no existían más que en mi interior... y que terminé por fijar con laca de cabello, manos y más manos de laca que yo dejaba secar hasta que el olor del que se impregnó todo el cuarto me mareaba y me recordaba a aquel Alfredo que se había ido tan lejos y con el que hablar era como beber vino y sentir calor. Quería regalarle aquel díbujo y el relato de nuestro verano.

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