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Molly' s Bloom blog

para aquellos que dicen que no hay Dios

Ella se llama como se llamaba mi bisabuela y me dice :'Me encantaría acercarme a él y darle un abrazo pero no puedo hacerlo, es como si el corazón no me dejara respirar y necesitara dejar de mirarle para recuperar mi estado natural. Y yo le contesto: el miedo, eso es el miedo, el miedo al rechazo, siempre será así de fuerte, siempre que haya sentimientos... Y ella prosigue: 'pero no sé... algo dentro de mí me dice que no me rechazaria ese acercamiento porque noto en sus ojos que siente lo mismo que yo, ese miedo y yo no lo rechazaría... Y yo me callo y sólo escribo unos puntos suspensivos porque ante eso hay que callarse, ante lo que uno no sabe y ella vuelve a escribir, ha comprendido mi silencio y el miedo sigue hablando por su cabeza: 'no creo... me quedaría tan paralizada que más bien estaría abrazando a una farola'. Sigue siendo miedo -le digo ahora que lo tengo todavía más claro-, y más miedo, el miedo más grande que hayas tenido en tu vida. 'Es mi único miedo' dice la chica. Yo hoy subí a ver a ese hombre que amo, y si yo lo hago no sé por qué no puedes hacer tú lo mismo. Yo también tengo miedo, tanto como tú pero sé que es miedo y lo que me lo provoca. Ella: 'si, eso siempre lo he pensado de ti cada vez que te leo... ¡ojalá yo pudiera actuar así pero amiga, no puedo. Yo voy, le busco, cruzo calles que él frecuenta pero si por casualidad tengo suerte me bloqueo. Entonces le digo: hay que estar mentalmente preparada y saber qué es lo que quieres hacer, ahí no se puede improvisar: ¡QUIERO LLEGAR HASTA AQUÍ!. Y lo cumples como un objetivo pase lo que pase... tiempo a caerse de la nube siempre hay. Yo fui porque desde el lunes pasado no les veo y necesitaba saber que estaban bien y que él supiera que sigo preocupándome por ellos. Entonces me coloco en una esquina que no tiene ningún otro fin, sólo el de verle y él lo sabe. Hoy abrí las piernas, las separé y mientras esperaba me daba golpes con una mano en el muslo para sentirme porque parece que me voy a quedar convertida en piedra. Y ella que me escucha habla: 'si, te endurece completamente hasta el punto de que no te sientes'. El miedo es una coraza y eso supongo que es una sentencia.
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Y luego ella cambia de tema y me habla de otras historias y de algunos huecos. Historias de deseo, de ausencia de deseo, de carencias, de cómo una un día, otro día, se deja ir y arrima su cuerpo porque tal vez no desea pero lo que si necesita seguro es afecto, porque creo que todos sabemos que la mayor parte de los seres humanos padecemos una hambruna como de postguerra de ternura y afecto
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Y yo en ese momento decido que saldré a la calle a comprarte un libro para tener un regalo que hacerte mañana. Sí decidido, será esa 'mujer desnuda' de Lola Beccario porque me ha gustado ella respondiendo a la entrevista que le hacen, aunque ignoro cuanto tiempo ha invertido en pensarse las preguntas. A mí lo que me fascina de la gente son sus reflejos. Eso me engancha, que se perciba una dinámica o no, o el choque brutal con tus ideas entonces sabes que no, que por ahí lo que es ... es una pérdida de tiempo. Y primero lo leeré yo si me dejas. Te diré algo así como: 'Mira te he comprado este libro pero no me gusta regalar ninguno que yo no haya leído antes'. Te explico: pretendo mearlo como hacen los canes con los postes de la luz y las ruedas de los coches, marcar el territorio, dejar mis olores sobre él, delimitar hasta que punto soy yo y hay cosas de mí en él o eso no tiene nada que ver conmigo. Y entonces no te lo regalo, se lo regalo a cualquier otro pero no a ti. Es como una manía aunque por suerte no encontré ese libro, no lo encontré por ninguna parte y tampoco los otros por los que se me ocurrió pensar en su lugar... y es que para ti no quiero ser un perro, para él, para ya sabes quién no me importa pero para ti no, tú fuiste algo bello en mi vida, por completo desinteresado, como 'ellos' y por eso prefiero que se me caiga por una alcantarilla esta cargante dureza de tres al cuarto. Oye y si un día encuentro un libro de esos que son con los rozares que te hace con la cabeza mi gata, pues sí, entonces sí... ese te lo regalo porque no puedo envolverte el cariño de los minutos con el que te he sentido al menos una o dos tardes de mi vida, para que te trepe como una yedra por las paredes del recuerdo y cuando llegues a viejecito y las prioridades cambien de sentido o te cambien, entonces mires hacia esa casa del sendero, aquella que parece que pretende ocultarse en el bosque de los ojos de los hombres y la mires desde el paseo de cipreses y cualquier mañana me sirve. Un beso.
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